| 6 min | David Martín

El pasado mes de julio se publicaron los resultados de la encuesta anual del INE sobre costes laborales y… sorpresa, sorpresa. En ella se reflejaba que el coste por trabajador en España se ha incrementado un 10,3% entre el año 2018 y el 2022, situándose en este último en 34.286,05 euros netos por cada persona empleada, de los cuales las cotizaciones obligatorias de las empresas a la Seguridad Social, 8.055,63 euros por trabajador representan el 23,5% del coste total.
Ya en el año 2020, éramos otra vez campeones de Europa, puesto que estas cotizaciones que asumen las empresas –según datos de la OCDE– representaban el 29,9% del salario bruto del trabajador, frente al 21,9% de la media de la UE.
Y ahora, en el año 2023, este coste de seguridad social que sufragan los empresarios se ha incrementado en un 0,50% gracias al mecanismo de equidad generacional, componente que, en palabras del propio ministro Escrivá, es una cantidad «moderada» que permitirá acumular más de 40.000 millones de euros en 10 años, a modo de colchón con el que hacer frente a posibles aumentos del gasto de las pensiones. Rezo para que sea suficiente para afrontar las posibles desviaciones en el gasto entre 2032 y 2050… soy de la cosecha del 76.
Y en indemnizaciones tampoco estamos muy boyantes, más aún tras la queja de los sindicatos más representativos al Comité Europeo de Derechos Sociales, referente a que nuestro Estatuto de los Trabajadores no cumple con la Carta Social Europea y poniendo en tela de juicio si la indemnización de 33 días por año de servicio es suficiente para reparar el daño producido al trabajador en caso de despido, por lo que seguramente nos encontremos a la vuelta del 2024 con que los empresarios deberán pagar indemnizaciones mayores a las que en la actualidad fija nuestro texto refundido.
Quizás sea de una vez por todas la hora de establecer un sistema de baremos de indemnizaciones por despido similar al que está vigente para los accidentes, o de volver a sacar del trastero la mochila austriaca, que aparte de acabar con las discriminaciones a la hora de despedir a trabajadores de más o menos antigüedad, contribuiría a acabar con la dualidad del mercado de trabajo.
En cualquier caso, esperemos que el FMI se equivoque en su vaticinio sobre el carácter “anémico” de las perspectivas globales de crecimiento, España siga driblando la recesión a la que van de cabeza Alemania, Francia e Italia, aunque aquí todo llega más tarde… y que las ventas de las empresas acompañen para poder pagar todo este guateque, porque no se equivoquen: el pagafantas siempre es el mismo.